Deberían los ángeles volar con cuidado, pues nuestras aves de metal anhelan consumir sus plumas, como haría el desierto con las gotas de lluvia.
Deberían los ángeles cubrir sus rostros con velos de niebla pues los hombres condician la pureza y a su portador.
Deberían proteger con escudos de fuego sus cuerpos pues ansían tejer sueños de vuelo y cielo con su inmaculada piel.
Deberían ellos, al bajar a la tierra, llevar alas de cuchillos, pues envidian ciegamente la suavidad de sus cabellos y el brillo incorruptible de sus ojos.